Prensa

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Página 12, Suplemento Radar, 29 de septiembre de 2013

 

«Las obras de Karin, desde la pintura, y de Pablo, a través de la fotografía, circulan la urbanidad desde una mirada por momentos curiosa, por momentos bucólica que despierta el deseo y la desolación al mismo tiempo. Como en registro ausente la recorren con la cámara y el pincel dejando huella de espacios íntimos y públicos, de soledades y aglomeraciones, de instantáneas que traducen el devenir cotidiano sin hacer pie en un sujeto, sin distinguir al individuo.

Las ciudades se confunden en la lluvia, en la melancolía de los cuerpos. Los cuerpos se confunden en la acera, en el subte, en el somnoliento viaje a casa donde todos parecen responder a un mismo intervalo de pensamiento.

Colores, marcas, acumulación de cuerpos y de formas por momentos, desolación de signos vitales apenas un segundo después.

La ciudad es el espacio donde confluyen las secuencias de nuestros sueños y nuestras desesperanzas. Otra vez la melancolía nos atropella llevándonos en manada hacia allá, hacia donde indican los símbolos, las flechas, las coordenadas. Otra vez la multitud y el vacío. Otra vez llegar a casa, aquel refugio… donde todavía, a pesar de habernos sacado la ropa y sentir que hacemos pie, no somos individuo, ni sujeto. Cargamos las imágenes del día atropelladas en nuestras pupilas.»

 

Marcela López Sastre, julio 2011

Catálogo de la exposición “El relato de lo ausente” (Fotografías de Pablo Andahazi- Pinturas de Karin Godnic)

 

«Desde el año 2000, momento en que la obra de Karin Godnic comienza a hacerse visible, ya la ciudad es el tema central en la producción de la artista. Pero hasta hace pocos años sus paisajes urbanos eran visiones sensibles y expresivas que nos transmiten ese transitar de las multitudes por estaciones de ferrocarril, calles y otros lugares o no lugares de la ciudad. Si apuráramos una definición pdríamos decir que su pintura es realista, o un testimonio de lo que tan frecuentemente sucede en la ciudad: la experiencia de lo ominoso, esos momentos en que lo familiar se torna extraño removiendo sentidos y sin sentidos, pues las escenas, adquieren la condición de enigma viviente. Sus puntos de vista registraban las multitudes, sobre todo en horas crepusculares donde el sujeto se transformaba en número, silencioso en su propio encapsulamiento. Y aún las escenas eufóricas como la de los estadios de fútbol podrían resultar apariciones, en medio de civilizaciones, de las ordas primitivas.

Si sus anteriores paisajes conmovían nuestra sensibilidad con sus fantasmagóricas visiones por la materia directa empleada en su concepción, en sus actuales registros, Godnic, dando otra vuelta de tuerca, hace paisajes casi hiperreales que parecieran dirigirse a la mente, pues se trata de lo urbano, elaborado con singulares claves simbólicas. Solo en muy pocas imágenes aparece lo humano, lo que predominan son las geometrías de los edificios, construcciones modulares que reiteran pocas unidades ópticas y nos recuerdan que fue precisamente Mondrian con su invención modular, uno de los padres de las actuales arquitecturas. En estas  nuevas visones de la artista lo urbano es un espacio lleno de objetos, de cosas producidas. Es fácil advertir que las grandes urbes son límite entre lo natural y lo artificial. Las ciudades son producciones humanas que vienen a interrumpir el despliegue incesante de la naturaleza, sobre todo después de la revolución industrial, donde cada vez más se acentúa la diferencia entre lo rural y lo urbano. Recuerdo aquella frase de Mies van der Rohe: La nueva época es un hecho: existe del todo, independientemente de nuestro “si” o de nuestro “no”. Por entonces, con euforia, se erigían las grandes construcciones con leyes que hoy configuran otra naturaleza.

Las actuales obras de Karin Godnic parecieran decirnos que la elección por lo inorgánico, por las ciudades planificadas que proyectaron, aliadas con la técnica, el hábitat de millones y millones de seres humanos, tal vez respondió – luego de la muerte de Dios anunciada por Nietzche – a la idea también inorgánica de que el hombre con sus actuales construcciones ya era semejante a un dios. Pero hoy sabemos que hace bastante tiempo la euforia comenzó su declive. No es casual por esta razón, la fuerza con que en las últimas décadas aparecieron los movimientos ecologistas reinvindicando la naturaleza, pues los desechos, la polución de las ciudades, el agujero de ozono y las catástrofes geológicas parecían decirnos: la tierra contraataca. Al respecto, no puedo dejar de citar un magnífico fragmento de los “Cuatro Cuartetos” de T. S. Eliot, último libro del gran poeta: No sé gran cosa de los dioses, pero / creo que el río es un dios pardo y fuerte, / hosco, intratable, indómito, /  paciente en cierto grado, / al principio admitido como un límite; / útil pero inseguro / como un instrumento de comercio, / luego un mero problema / que se presenta al constructor de puentes. / Resuelto ya el problema / los que moran en las ciudades / se olvidan casi del dios pardo, / que no obstante, implacable, / conserva sus furores y su régimen / destructor que recuerda / lo que los hombres tratan deolvidar.

Aún sabiendo que este estado de cosas debe llegar a su consumación, puesto que no pareciera tan fácil volver atrás, la ora de Karin Godnic, es un reflexivo testimonio de los peligros que asedian nuestra existencia.»

 

Raúl Santana, octubre 2008

Catálogo de la exposición “Invasiones”

«En los paisajes urbanos recientes de Karin Godnic, predomina el gris del cemento, ritmado geométricamente por la presencia agresiva de ventanas cerradas y aparatos que acondicionan el aire en los interiores para volver los exteriores mas asfixiantes. La presencia humana en estos cuadros es mínima y colorida, se podria pensar en un combate desigual por el espacio con el hierro y el cemento. La artista recurre en ellos a un punto de vista cenital o muy próximo a la línea de construcciones para anular el espacio de la representación (no hay en ellos cielo, tierra ni horizonte) y para crear un clima de asfixia y caos urbano, como en su obra Heterotopias, en la que un mar de coches parecen encerrados en una danza sin sentido y sin salida.»

 

Laura Malosetti Costa, agosto 2007

Revista TodaVia

 

«Karin Godnic visita las ciudades que no habita para estudiar una vida que no comparte, ajena a la existencia tranquila, silenciosa y bucólica que lleva en la provincia de Buenos Aires, donde vive y trabaja. Se asoma, mira y escucha, lo que parece resolverse, en primera instancia, en desorden y cacofonía. Su mirada capta edificios que se estructuran en figuras geométricas desangeladas y gente que deambula o circula en forma automática. Van y vienen a trabajar o de trabajar en una urbe que no parece contenerlos.

El artista trabaja desde un lugar en el que no siempre llega a reconocerse. La necesidad de captar imágenes y emociones propias o ajenas puede surgir de impulsos diversos y antagónicos. Es desde ese lugar estratégico y ambiguo que Godnic elige pintar esta ciudad ambivalente, y otras, y la gente anónima que las transita. Se impone la tarea lenta y apasionada de reconstruir en su taller las formas originales, creando estructuras armónicas que nos refieren a una obra geométrica concreta, a una percepción contemporánea de la perspectiva renacentista, o a una visión urbana escenográfica.

En las telas que describen la hinchada en las canchas de fútbol, la autora resuelve la multitud abigarrada en composiciones que nos llevan a captar un estado de ánimo desaforado, en el que cada figura humana se hermana con las otras en un ritual orgiástico. Este sentido religioso en la vida popular urbana, Godnic lo retoma en el hall de la estación de Retiro, en las galerías Pacífico, o en el cruce de una avenida céntrica, recorriendo las siluetas fantasmales de los personajes anónimos con una línea blanca brumosa. La artista reconoce desde este gesto pictórico la energía espiritual de estos personajes grises, a pesar de la aparente opacidad de su vida cotidiana.

Ultimamente sus visitas a la ciudad la han llevado a prestar atención a las plazas urbanas, jardines públicos que los habitantes recorren a paso mesurado o en los que se sientan a descansar o a tomar aire. Si bien para el habitante medio de la ciudad estos lugares son de relajación o esparcimiento, Godnic los siente como otros espacios en los que la gente se desplaza siguiendo ritos monótonos. Sin embargo, es aquí donde su mano se suelta, los trazos del pincel se comprometen con una textura más espesa, y las manchas pierden sus contornos rígidos. Una vez más, el proceso creativo de Godnic, es decir: su visión interna del mundo, va más allá de su intención original y de su mirada conciente.

La ciudad como territorio invadido e invasor es el tema central de la obra de esta artista. Es la inspiración y el motor que articulan la cohernecia temática y el sentido y contrasentido de su obra a lo largo de su carrera, relativamente corta, dada su edad, pero eminentemente comprometida y prolífica.»

 

Alina Tortosa, octubre 2005

Catálogo de exposición individual en la Galería Aldo de Sousa

 

«Karin Godnic estudia y pinta los espacios abigarrados y ruidosos del centro de la ciudad de Buenos Aires desde una memoria bucólica. Su mirada clara y ágil capta lo urbano abarcando toda la escena, sin detenerse en detalles aislados.

Godnic capta la energía algo histérica y desordenada de Buenos Aires. Las escenas de fuertes colores contrastantes, o en tonos de negro, gris y blanco, informan y discuten el desplazamiento de las figuras largas y melancólicas de los peatones sobre sendas marcadas de antemano, y la circulación ruidosa y aleatoria de los vehículos. Y detrás de la gente y los vehículos, las carreteras levantadas, y los edificios construidos arbitrariamente en estructuras básicas, que parecen albergar celdas o cajas superpestas. En Edificios, podemos llegar a sentir la sensación de encierro y asfixia que intuye la autora. En El cruce, las bandas horizontales que diseñó la lluvia sobre el pavimento reflejan la ciudad que se ve al fondo. Ese espacio de hormigón armado, ancho, oscuro, enfatiza el esfuerzo de los peatones para cruzarlo. En B.A. by night, la ciudad se nos acerca vertical, multicolor, semiótica. Caminar es diferente. La calle se interna entre los edificios creando una perspectiva teatral. Un fondo naranja sobre el que se superpone una gran mancha blanca sugiere, quizá, alguno de los peligros contemporáneos.

Su trabajo es innato y altamente perceptivo de la atmósfera urbana porteña. Es un registro sensible y poético del centro de Buenos Aires y sus habitantes.»

 

Alina Tortosa, octubre 2002

Catálogo de exposición individual en la Galería Aldo de Sousa

 

 


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